Voluntariado en África
El artículo de hoy lo ha escrito mi estudiante Inge Laeven de Holanda. Practicando los pasados en clase ella me contó esta experiencia increíble que vivió hace algunos años. Sigue leyendo para conocer la historia de Inge y su esposo Paul en Kenia.
«Durante el primer año de mi jubilación quería trabajar como educadora voluntaria en el extranjero en un país en desarrollo. Así que decidí ir a Kenia en el año 2012 y mi marido me acompañó para construir una escuela allí.
En enero de ese año volamos a Mombasa, luego cogimos un barco y después un taxi hasta Mosambwena, un pueblo pequeño en la costa de Kenia. Nos instalamos en una casa pequeña, con una cama, una mesa y unas sillas. La cocina estaba fuera. Un africano nos preparaba la comida y hacía los quehaceres de la casa.
En África era verano en enero. Hacía mucho calor y humedad. Fue un período muy difícil para mi marido y para mí.
La escuela
Después de unos días, fui a conocer la escuela. Cada día iba de la casa hasta la estación y allí tomaba un autobús hasta la escuela. Paul se compró una bicicleta e iba a todas partes en ella. La gente le llamaba “el bicicleman”.
En el aula las ventanas estaban abiertas porque hacía mucho calor. Había 40 niños en mi clase. Todos tenían uniformes azules. Los niños llevaban un pantalón y una camisa. Las niñas llevaban una falda y una blusa. Ninguno llevaba zapatos. Ver eso fue algo muy triste.
En la escuela no había libros, cuadernos, ni bolígrafos. No había mesas y sillas suficientes. Solo había 20 sillas para 40 niños. Los que no tenían silla se sentaban en el suelo. Yo daba las lecciones en inglés pero los niños no hablaban el idioma, solo un dialecto de su pueblo. Las matemáticas eran muy difíciles para ellos. Los padres no podían comprarles materiales para estudiar, ni podían pagar la escuela.
Los niños
Los niños no llevaban comida. Solo llevaban un mango en una bolsa de plástico para comérselo a las doce. Había muchos mangos en los árboles y por suerte podían llevar uno cada día.
Pasaban mucha hambre, sus cuerpos eran muy delgados y sus piernas y brazos eran muy largos. Los políticos no hacían nada por ellos, el gobierno era corrupto. Fue un shock cultural para nosotros ver todo eso.
A pesar de todo los niños eran agradables y hermosos. Tenían los ojos grandes y marrones. Cantaban mucho y podían practicar deportes muy bien. Siempre estaban contentos. Sonreían mucho aunque no había casi comida. Tenían hambre, pero también mucha energía y jugaban todo el día.
Vivían lejos de la escuela. A veces caminaban una hora atravesando el bosque. Corrían muchos kilómetros cada día sin zapatos. Ellos no sabían que eran pobres.
En sus casas comían maíz, un poco de arroz y un pan del supermercado que no era bueno. Si los padres eran pescadores, comían pescado. Nosotros comíamos verduras del país y bebíamos agua de botellas. No podíamos beber agua del grifo.
Los hombres africanos eran perezosos, no querían trabajar. A veces iban a pescar para comer algo. Casi ninguno trabajaba y sus hijos no tenían casi nada. En cambio, las mujeres eran muy trabajadoras. Cuidaban a los niños, lavaban y cocinaban. Las que no trabajaban, pedían dinero.
Había una gran diferencia entre la gente pobre y la gente rica. La gente rica tenía una buena educación. La gente pobre no tenía dinero para recibir educación.
Un día Paul se enfermó del estómago. Había comido algo en la calle y se sintió muy mal. Pasó 4 días en un hospital privado pues los hospitales públicos a donde iban los africanos tenían malas condiciones. Paul construía una escuela con africanos. Mientras él estaba en el hospital, nadie fue a trabajar. Fue increíble.
Las mesas y sillas de la escuela eran de plástico y daban más calor. Así que hicimos unas sillas de madera junto a un carpintero del pueblo. Fue una gran mejora para los niños.
La naturaleza
La naturaleza era impresionante. Había una gran diferencia entre el norte y el sur del continente. Los paisajes eran espectaculares. El mar era transparente y claro. La arena era blanca y estaba muy caliente.
En nuestra área no había turistas pues vivíamos en un pueblo pequeño fuera de Mombasa. Había un bosque alrededor del pueblo. Las casas eran pequeñas, redondas y no había habitaciones. La cocina estaba afuera. La cama y la mesa estaban en un solo espacio y allí vivía toda la familia.
Durante nuestra estancia en África hicimos un safari. Un guía nos llevó a ver a los animales libres en la naturaleza. Eran salvajes y yo tenía un poco de miedo, pero era seguro.
Los paisajes eran secos pues hacía muchísimo calor. Vimos jirafas, leones, leopardos, tigres, rinocerontes e hipopótamos. Eran animales muy grandes y algunos muy peligrosos. Algunos descansaban y otros caminaban en grupo. Fue una experiencia maravillosa.
El regreso
Después de 6 meses, regresamos a casa. La escuela estaba terminada y había sillas de madera para todos. Era temporada de lluvias y empecé a añorar mi país y mi hogar.
Para mí fue un periodo triste al ver cómo era la vida en África; sin embargo, fue bueno para valorar las cosas que realmente son importantes: la alegría y la felicidad.
Regresamos con muchos recuerdos hermosos. Estábamos cansados pero satisfechos. Mi padre de 90 años, estaba feliz de verme volver a casa».
Gracias Inge por escribir esta historia en español y compartir esta experiencia tan inspiradora en este blog.
Me siento orgullosa de los progresos que has hecho en el idioma. ¡Seguimos aprendiendo!
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